miércoles, febrero 08, 2006

Dos fiestas, dos conciertos.

El viernes pasado, con permiso de Mahoma y de la Conferencia
Episcopal, se celebró la Nancy Boîte más multitudinaria. El efecto
Terremoto de Alcorcón provocó un maremoto de personas que inundaron
todas las salas, incluso en las que no se puede fumar, que desde el 1
de enero nunca se llenaban.
Nada más entrar que encontré con Mauro y Clara Barral, que aparte de
es la chica más guapa que conozco, es súper simpática y siempre que
nos juntamos nos reímos muchísimo.
Mientras ella y yo nos reíamos, Nacho y Roberta se sentaron en uno de
los sofás de la sala verde ( Cool es como la película de Roger Corman,
tiene salas de diferentes colores y en todas pasan cosas rarísimas) a
criticar; las caras que ponían, y la iluminación les daba aspecto de
malísimas.
La Terremoto triunfó, toda la gente le coreó la canción ( las demás no
las conocían tanto, se conoce que se perdieron sus actuaciones
antológicas en los premios Shangay), que es por lo visto el sexto
vídeo más descargado de la red. Tengo la impresión de que si en la
sala Low esa misma noche estuviera actuado Madonna, hubiera estado
menos lleno.
Un poco antes del final Mauro y Clara, Luis y Patricia, Pablo Sycet,
Nacho y JC se marcharon; G.C., P., Edu y yo nos quedamos bailando un
rato más.
Después del concierto pincharon unos cuantos jitazos más Jorgito
Micropunto
y su socio, y nos subimos a la sala roja, donde a los
platos, jaleó Roberta. A pesar de que estaba llenísimo nos lo pasamos
tremendo, Roberta demostró que es la mejor dj de España y no para de
trabajar por algo, estuve bailando casi tanto tiempo como hablando,
con Claudio, Flat Eric, Mario y sus amigas del Bronx, y dos estrellas
de la blogosfera que conocí esa noche, Kurtz y Dwalks, y hasta me fumé
unos tres cigarros; desde la ley antitabaco fumo más que antes (que
era nada).
Hacia el final de la noche, Mario se puso a pinchar y entramos en el
momento chill out. En cada Nancy Boîte hay un momento, hacia el final
de la noche, en que Mario se pone a pinchar, ya sólo ves a las amigas
por la sala, y ya parece que estás en casa de alguien, de fiesta, y
súperrelajada.
Después de la fiesta en efecto hubo chill out en el centro social
SVF11, pero yo tenía pendiente un sábado de trabajo, y me fui a la
cama.

El primer día del fin de semana fue tan agobiante, sentado dibujando y
con resaca, que a última hora decidí que me iba a ver a Maximilian
Hecker
. Así, de sopetón.
El concierto fue como sus discos, que si te lo escuchas entero, del
tirón, son un poco coñazo. Especialmente porque en directo, sólo con
un piano yamaha, guitarra y bajo sonaban todavía más nanas. Pero él es
tan guapo, tan delgado, es taaaaaan tímido, y a pesar de cantar en
inglés lo habla tan mal y con un acento tan gracioso, que se lo
perdonas todo. Repasó el último disco, cantó sus clásicos pero dijo
que no cantaba Kate Moss porque tomaba drogas ( supongo que sería una
broma alemana, porque la mitad del concierto se lo pasó tomando
cerveza y diciendo que quería un poco de hierba), y acabó con dos
bises, uno de ellos una versión de Like A Rolling Stone de Bob Dylan,
con una energía inaudita hasta entonces. Luego nos preguntó a la
cincuentena escasa que estábamos allí si sabíamos algún sitio donde
salir, que era el último día de la gira. Me corté de decirle que al
nasti, porque yo no podía con mi cuerpo y no iba a salir, y si le
decía a Maxi que fuera allí hubiera tenido que ir porque soy fan.
Así que me callé, y me fui al VIPS de nuevos Ministerios a
probar las nuevas hamburguesas, y saliendo, entre eructos me compré El
Séptimo Sello
y Fanny y Alexander, que están baratísimas.

El domingo volvió a ser de trabajo, y hacia las doce de la noche acabé
todo lo que debía tener hecho ese finde, y decidí celebrarlo con un
poco de Wateke.
Al entrar fui a dejar el abrigo en el camerino y parecía que me
hubiera metido de golpe en el sexto vídeo más descargado de Internet,
porque en tres metros cuadrados allí estaban las perchas, las maletas,
La Terremoto y las tres bailarinas. La Terremoto iba diciendo que ya
estaba hasta el coño de la gira, que cantaran las travestis barbudas
que llevaba; pero luego salió y el público estaba tan loco que lo dio
todo, cantó más canciones de las que tenía previstas y hasta le
regalaron plantas de flores de navidad, y calzoncillos de Calvin
Klein.
Después estuvieron pinchando Tommy y Laura ,un poco hartos de pinchar
chochi en vez de rock, porque el público que vino tampoco era el
habitual de Wateke.
Yo quise ir un ratito y me dieron el cierre sin querer, de lo bien que
me lo pasé.

Así que el lunes me levanté muerto de sueño y resfriado… menos mal que
las entradas del concierto de Depeche Mode eran con asiento, que me
pasé el concierto moribundo y sobando mocos.
Desde luego el espectáculo fue una pasada. Fui con Nacho y Manolo
Crespo
. Nacho quería sacar ideas para futuros conciertos, peor nada
más empezar ya dijo que contra eso no se podía competir. El escenario
estaba lleno de pantallas, unas naves espaciales aterrizadas donde se
escondían los teclados, y una especie de botafumeiro gigante donde
aparecían palabras ominosas, casi todas de dominación y poder, como
dolor, ángel o sexo. A mi me hacía mucha gracia la bola, porque al
aparecer palabras con alusiones extrañas a las canciones que iban a
tocar, daba la sensación de que ella controlaba a Depeche, un poco
como Carmen, el robot de la Prohibida. A Clara, que estaba con Mauro
entre la multitud en la pista, le divertía mucho el botafumeiro, no
paraba de mandar mensajes muy graciosos sobre lo que quería decir.

El Palacio de los deportes estaba llenísismo, sólo se veían cabezas, y
Dave Gahan se dio un baño de multitudes, derrochando carisma. Todo lo contrario que la pesada de Martin Gore, que cuando le dejaban un rato solo cogía el micro y se ponía a imitar al otro. Los fans gritaban
igual, pero parecía que un nerd espontáneo se hubiera subido al
escenario. Le comenté a Nacho que eso no podía ser, imagínate que
cuando Alaska se fuera a cambiar, él se pusiera una peluca roja y unas medias, y se tirara al suelo a hacer la mosca muerta. Yo, que tampoco
sé mucho de música, no entendía como ese grupo no se había disuelto
ya, con un par de gallos en ese corral.
A falta del último bis nos fuimos los tres, para no pillar la
evacuación de tanta gente, y tan bruta. Nunca había estado en un
concierto de Depeche, pero la gente que fue me pareció lo peor, como
futbolera, todos de pie haciendo Oé, oé todo el rato. Esto no pasa con
los Pet Shop Boys.
Así que muy tranquilamente salimos, y enseguida llegué a casa, a
seguir sonándome los mocos.

Bueno, me voy pitando a ARCO!