viernes, enero 27, 2006

Escenas de landismo

El martes iba camino del estudio y me llegó un mensaje de La Prohibida “¿Tienes taladro? ¿Me lo dejas?”. En mitad del autobús me dio un ataque de risa. Quedamos en hablar al final de la jornada laboral, pero ese día no pudimos concretarlo.
Al día siguiente me llamó la travesti con una frase digna de la mejor época del cine de Alfredo Landa “ Te puedes pasar esta tarde por mi casa con tu taladro?” Demasiado bueno para decir que no
Esa noche llegué a su nuevo piso de propiedad en Lavapiés, dispuesto a poner cortinas. La casa está muy bien, de estilo rústico, con las camas en altillos; colores agradables, mucha madera y mucha viga. Mientras preparábamos las herramientas me estuvo contando su viaje a suiza, donde la contrataron para una fiesta gay. El resto del tiempo se aburría tanto que cuando la invitaron ala nieve decidió montarse y hacerse esas fotos tan bizarras que salen en su fotolog. Lo mejor, el maquillaje. Me dijo que su intención era dar mucho en cámara de pija andorrana.

Fuimos a buscar una escalera para poner las barras, y lo único que encontramos fue una escalera como de cuando la guerra civil, que chirriaba cuando subíamos ( menos mal que somos muy delgados), y oscilaba mogollón. Con esa temeridad inconsciente de las travestis, la Prohibida me dijo que no me prpreocupara, que si veías que te caías, pues te agarrabas a algo y ya está. Así estábamos, taladrando en equilibrio, cuando llegó Nacha, de apellido LaMacha, copropietaria y compañera de piso, con un amigo que se llamaba Satine. Vivo en un mundo de seudónimos. El otro día en el nasti, me saludó un fansito del diario que se llamaba SugusPiña. Yo a la vez le presenté a Logansan y a Patata ( de la que era ferviente seguidor), y allí que estábamos todos, como en una convención de superhéroes.

Nacha y Satine llegaban de Ikea. Habían comprado unos cojines que horrorizaron a la Prohibida, y para demostrarle su disgusto empezó a pegarla en la cabeza, y a insultarla. La otra, claro, se revolvió como una gata y le moñeó a gritos. Por cierto, tiene un gato que se llama Chucky. La señorita LaMacha sostiene que el animalito le roba los sobres de condones, los raja con la uñita, y no para hasta que saca el condón. Juega un rato y lo deja por ahí, de manera que parece lo mismito que un condón usado, que es lo que encontramos al mover el sofá, para bochorno de la propietaria. La Prohibida no se lo creyó, y yo, visto como estaba el patio, mejor no intervine, agaché la cabeza, e intenté no reírme mientras metía la barra por los agujeros de las cortinas. Bajo el sofá también apareció un bombón, que se comió Satine, y monedas de euros.

Cuando ya estaban colgadas se empezaron a pelear por cómo anudar las telas, y cada una se empeñó en demostrar lo hortera que puede llegar a ser la otra en materia decorativa. Que si una quería cortinas naranjas, que si la otra quería unas estanterías imposibles. Cuando una chillaba mucho ( que era casi siempre Nacha), la otra la pegaba en la cabeza, y la otra respondía poniéndose a cantar una copla. Por lo visto hacer copla está muy valorado en el mundo travesti, y según LaMacha, prohibida no tiene categoría suficiente y debe conformarse con su tecnopopito. La otra, con su sorna característica, le recuerda que se va a Méjicos en unas semanas, y vuelve a Suiza.

En estas peleas estaban ( yo asentía y callaba; mejor no meterse en peleas de gatas) cuando el gato se puso a maullar. Se había subido a lo alto de la escalera, y no sabía bajar. Las malvadas transformistas, en vez de ayudarle, decidieron que iban a llevárselo el domingo al rastro, para que hiciera como la cabra de los gitanos, y se pusieron a dar palmas y a cantar Paquito el Chocolatero, y el gato en todo lo alto…
Menos mal que todas tenían que trabajar esa noche en A Noite, y salimos de allí. No sin antes admirar, desde la puerta, lo bonita que les está quedando al casa, a base de tanto brainstorming.



El jueves volvió Nacho a clase de yoga. Nos estuvo contando la semana en Méjico DF y en Ciudad Juárez, con los conciertos para denunciar la desaparición de mujeres . Le pregunté por la relación con los buenrrollistas, y me dijo que fue nula; básicamente porque cuando entraban con las travestis todas discretamente dejaban la sala… Claro que cuando podían, les pedían a las travestis que las peinaran. Y cuando Fangoria se compró unos vodkas, las otras querían beber de él, y claro, no les dejaron. Así son las jipis.
Y claro, no creo que sea empezar bien cuando todas van con mochilas, y de ellas, hasta las travestis llevaban Vuittones
Cada vez que Topacio quiere saber si hubo sexo, te lo pregunta así: “pero…¿hubo maltrato?” te puedes imaginar la cara de las buenrrollistas cada vez que lo iba preguntando por ahí, en unos conciertos por las mujeres desaparecidas.
Y a la hora de salir, todas querían salir de coristas de Fangoria, e insistían en colgarse cosas pesadas, como guitarras, y no se enteraban que todo era playback, por supuesto.


En el viaje de ida, en bussiness, Nacho fue sentado con Mónica Randall. Él se había tomado sus Trankimazines y la Randall lo despachó diciendo que eso para ella era como tomarse un vaso de agua. Ahí intuyó que esta señora le iba a caer bien. Luego les pusieron sus lectores portátiles de dvd y vieron Batman Begins. A unos minutos del final el de la Randall se estropeó.
-Esta película es una puta mierda, pero por mis santos cojones que la acabo de ver-dijo ella, y exigió que le cambiaran el aparato, y se lo tuvieron que reponer hasta tres veces.
Luego vieron una de Ben Stiller
-Éste tiene cara de subnormal. No triunfará en el cine-espetó. Y se giró a Nacho-Que yo de cine entiendo mucho.
Nacho, que con las pastillas y el vinito se pone muy parlanchín, le estuvo explicando los viajes que hace cierta persona( y por supuesto no es Alaska, eso sería demasiado fácil. Ella, Marta, Mario y yo bastante tenemos con el dietista) a una clínica de adelgazamiento una vez al año.
-¿Una?¡Y tres!!- replicó la otra.
Y luego se puso a contarle las ventajas de la cirugía plástica externa. Nacho la convenció para que se extirpara las bolas de Shinchán (que son unas bolas de grasa que tenemos TODOS en las mejillas, y que todas las famosas se extirpan) Ella dijo que lo haría, y luego se puso a buscar las gafas.
No supieron nunca cómo, pero aparecieron bajo el culo de Nacho.

Por supuesto, le supliqué que algún día invitaran a Mónica Randall a uno de los conciertos, para que la disfrutásemos todos.