sábado, enero 14, 2006

Un día

Es jueves por la mañana.Me pongo el despertador muy pronto ( en mi mundo esos son las siete y pico) porque es el último día del pago de la factura del móvil.
Debido a que a mi empleador le encantan las sorpresas, nunca sé el día que llega el cheque; así que he desdomicialdo todas las facturas, y con lo desastre que soy siempre acabo corriendo el último día.
Suena el despertador y ruedo por la cama para que el golpe contra el suelo me acabe de despertar. Anoche me acorté a la una viendo el documental sobre Garganta Profunda. Aunque sale John Waters y Gore Vidal, le pasa lo mismo que a la peli: a pesar del hype, verla entera es un poco rollo.

Voy al banco, pago y voy al estudio. Desde hace semanas, cada día hay alguien que te comenta que tienes cara de cansado, y yo sonrío por fuera pero me preocupo por dentro. Todavía quedan cinco meses para el final de la animación, y no puedo permitirme una semana de vacaciones, sólo aprovechar que algún estudio sí las tenga, y el volumen de trabajo disminuya. Me consuelo pensando en el cheque pero enseguida me acuerdo de que ya debería haber llegado y no lo ha hecho. Entonces me consuelo pensando en que cuando acabe me tomaré tres meses sabáticos y entonces pienso que o estaré tan preocupado por saber qué viene luego que no descansaré, o vendrá otro trabajo que no podré rechazar y tampoco descansaré.
Mi estrategia es la guerra de guerrillas: intento escaparme a casa siempre que puedo. Trabajar desde allí no te quema porque no tienes siempre a alguien preguntándote algo que para él es súper importante y súper urgente. Mis vacaciones son horas sueltas de vez en cuando, entrelazadas con el trabajo.

Así que salgo a las cinco, sabiendo que ese día ya no trabajo más. Llego a casa y me cambio. Pienso en que quizá acabe tarde, y hace frío, o quizá no, y tampoco hace tanto a media tarde.
Voy a buscar las invitaciones para el preestreno de la película de Miguel Albaladejo. Voy justo de tiempo pero como no encuentro taxi, llego antes en metro. Me noto cansado y creo que no voy a ir.

Recojo las entradas en Noviciado. Me gustaría pasarme por El Naranja a saludar pero tengo clase de yoga a las seis en la calle Piamonte, y son las seis menos cuatro. Ahora sí que tengo que tomar un taxi.

En clase de yoga tenemos un chico nuevo. Alrededor de 40, mono, rubio y muy callado, lo que duplica su atractivo. Me encanta que me guste alguien de 40 cuando yo empiezo la treintena, me da esperanzas de que cuando sea mayor me gustará la gente de mi edad, y no haré mucho el ridículo.
Precisamente ese día hago clase con unos pantalones cortos, para no tener que cargar la bolsa con el chándal largo, en caso de que vaya al estreno. Así que me bajo los pantalones y hago posturas en calzones negros satinados y con calaveras que me compré en H&M. Eran tan bonitos que me los compré a pesar de que sólo había tallas XXL, así que encima me queda como una faldita.
La clase es muy animada, cotilleamos mucho sobre quién va a qué estreno. Esa noche también es el preestreno de Brokeback Mountain, y todas las maricas de ringorrango de Madrid van a ir. Si esa noche no ibas a un estreno en Madrid no eras nadie.
He vuelto a clase después d un mes; en diciembre estuve tanto en Barcelona que no merecía la pena apuntarse. Me dicen que normalmente la clase es más tranquila, que por mi culpa hay mucho cotorreo. Yo digo que mentira y además entiendo “potorreo”. Replico que ese día somos tres chicos y tres chicas, o sea que hay un 50% de potorreo. Me encanta la palabra.

A la salida de yoga acompaño un rato a Nacho camino de casa de Mario y Olvido; allí tienen reunión del disco nuevo, y luego salen para el estreno de Albaladejo. Yo antes voy al teatro con Edu y Paloma. Camino del Starbucks ( a estas alturas, y con lo que queda, necesito cafeína), nacho me cuenta que se van una semana a Méjicos, a tocar por alguna causa solidaria. Nos morimos de risa imaginando lo que dirán de ellas Cristina del Valle y Rosa León y demás buenrrollistas. Todas las personas de extrema izquierda son tan homófobas y dogmáticas como las de derechas. A mí en la universidad me criticaban todo el rato porque me gustaba la moda, salir de marcha y era fan de Estados Unidos, ergo no era de izquierdas.
Con el tiempo tengo más dinero, ergo soy peor. Acabé harto de la plataforma Cultura Contra la Guerra por el fanatismo ideologizado de los buenrrollistas( que luego pasaban de la guerra de Irak y lo que querían era hacerse amigos de los famosos para tener trabajo). Así que imagínate a ésas con los pañuelos palestinos, y Mario de Dior hablando de cirugía estética. Encima, fletan un avión entero, y Fangoria se paga de su bolsillo el pasaje en primera. Eso va a parecer Gran Hermano.
También estuvimos organizando al agenda de Febrero. Entre Arco y las sesiones con Roberta, Mario y Nacho, hay que tener mucho cuidado al elegir qué días vas a Barcelona.

Entramos en el Starbucks y cuando me preguntaron mi nombre, di mi nombre de Starbucks. Me da mucho mal rollo que te pregunten el nombre porque sí, y luego lo griten para darte el café, así que doy uno falso. Nacho estaba de acuerdo, y le encantó el concepto de nombre de Starbucks. Mientras esperamos el café le expliqué cómo sacas tu nombre de porno: el nombre de tu primera mascota y el nombre de la calle donde vivías de niño. El de Nacho es Donny Núñez de Balboa. Total.

Dejo a Donny y me fui al teatro donde trabaja María. En la guindalera. Allí Juan Pastor siempre prepara montajes interesantes, y Edu me lleva.
Vimos “La Larga Cena de Navidad”, de Thornton Wilder, escrita en 1925. En una hora, cuenta 90 años en la vida de tres generaciones de una familia. Siempre les vemos en la cena de nochebuena, los actores van envejeciendo, los que mueren van saliendo por unas cortinas negras, y los nuevos se van incorporando. Las conversaciones son intrascendentes. Siempre los mismos temas; vas viendo cómo los hijos desarrollan los defectos de los padres, cómo las ilusiones de juventud, cinco minutos más tarde son las decepciones de la vida adulta…y lo más notable es que tienes la sensación del paso del tiempo, echas de menos a los que se van y los recuerdas como de hace tiempo. A pesar de que el tono es ligero y al final todos los actores, vestidos de angelitos cantan un villancico, salí un poco melancólico.

Lo mejor cuando estás triste es ir más deprisa. Decido que vamos al estreno. Cojo a Edu y saltamos a un taxi, hasta el Kinépolis, en la Ciudad de la Imagen. Es un rollo que hagan estrenos tan lejos.
La película me gustó mucho, los únicos delincuentes que me gustan en el cine son los mafiosos ( me apasiona la historia de la mafia). Está muy bien contada ( quizá dan algún palo de más, los niños esos; a lo mejor le cortabas diez minutos y se veía mejor). Lo mejor de todo Mariola Fuentes. Y lo peor Alex Casanovas, que te lo creías muy pocas veces, diciendo que si estaba mu loco, con acento catalán. La banda sonora me horrorizó, con tanta rumba y tanto Chicho, pero le pega muy bien. Además, sale la Terremoto de Alcorcón, haciendo un cameo.
A la salida nos juntamos Mario, Olvido, Nacho, JC… pero se fueron enseguida porque Mario tenía que pinchar. También estaba Vicenta, y Luís, el hermano de Nacho, con su novia Patricia Pérez. Saludamos un momento a Félix ( Dunia estaba en Canarias) y salgo a buscar un taxi. Nacho me aseguró que a la vuelta no había problemas de sitio en algún coche…y todo el mundo vino con coches pequeños. Nunca nunca nunca bajo ninguna circunstancia dejes que Nacho te organice alguna logística. Parezco nuevo.
No pasa nada, porque al mejor estilo delincuente juvenil me tiré a la calzada, esquivé a otros que corrían, y atrapé el único taxi que se veía en aquel descampado dejado de la mano de Dios. Sin frenar, para que el resto no se metiera por las ventanillas, recogí a Edu, y creo que llegamos a Madrid antes que los demás.

Ya era cerca de la una de la mañana cuando llegamos a casa. Le había dicho a Mario que no sabía si iría a la sesión. Edu no tenía ganas, y ya había decidido que ya tocaba meterse en la cama, cuando, con el teléfono de Javi, me llamó Roberta para ponerme firme. Qué era eso de no ir esta noche, que pinchaba mi hermana Mario, y encima sin haber ido al Wateke el domingo pasado. Ya no se llevaban las maricas hogareñas, se llevaban las maricas vaqueras, montañeras y que salen por la noche. Cuando tu discoteca te necesita, tienes que ir.

Poca gente pensó así, porque la sala no estaba muy llena. Pero si la cantidad no acompañó, la calidad sí. Javi vino con Miguel, estaba Agustín con Paco e Iván Soldo; también se pasó Piti, y Tommy y Laura, además, claro, de Elektro y Roberta.
Me reí mucho, charlé con mucha gente, y Mario y Roberta nos dieron lo que queríamos. Y encima me regalaron todas las copas.

A las cuatro ya no daba más de mí, me despedí y salí. No me quedaba dinero en la cuenta corriente, así que llamé a mi banco online para que transferirlo de otras cuentas. Entonces descubrí que Openbank, el banco por internet con capacidad operativa 24 horas al día, 7 días a la semana 365 días al año, hace volcado de datos cada noche entre la 1 y las 6 de la mañana, y no hacen nada más.
Volví a casa forzado a dar un paseo de 20 minutos. Andar es el mejor ejercicio. Me lo dijo mi dietista. También me dio unas muestras de cápsulas antienvejecimiento que le sobraron. Con días así, me hizo falta tomarme una antes de dormir.