viernes, agosto 19, 2005

Verano en la ciudad

Una de las mejores consecuencias de pasar el verano en la ciudad es que, como apenas hay películas decentes que ir a ver, unos cuantos cines reestrenan peliculones. Por lo menos en Barcelona.Y salir del trabajo y largarte tú solo a ver reposiciones, ha sido fantástico. han caído:
Fat City, de John Huston
Manhattan, de Woody
Ocho y Medio,
y Amarcord, de Fellini
y Blow Up, de Antonioni
todo súper arty y de todo el mundo con gafas de pasta.
Cuando salí de ver Ocho y Medio, no podía quitarme de la cabeza la pregunta de qué sentiría si pudiera poner de la mano sobre la pista de un circo en blanco y negro a todas las personas que me han importado hasta ahora.

Las pocas risas sociales que he tenido estos últimos días en Barcelona han sido con Gerard y Mónica ( amigos relativamente recientes, conocidos a traves de Madrid), con Jose y Núria ( un amigo de toda la vida de Barcelona que vive en...Madrid), y con unos amigos de Madrid que tiene un grupo de música y vinieron a tocar a Castelldefels.
Bailamos mucho en el concierto, pero sudamos muchísimo. Todos echábamos pestes de la humedad mediterránea. Paris Hilton, en su autobiografía, dice que después de los sitios sin cobertura, los lugares que más odia son los húmedos. Íbamos todos con el pelo rizadísimo. Después del concierto nos fuimos a cenar a un restaurante junto al mar. Los ánimos andaban muy revueltos. Las travestis le han declarado la guerra abierta a los técnicos, y Jesús Horror me moñeó. Debe ser cosa de su nueva religión.

Con Jose y Núria fuimos a cenar. Íbamos a ir con amigos del instituto, por lo menos para vernos una vez, ni que fuera una semana antes de volver. Tuve que buscar yo restaurante, y reservar, y luego no se presentó ninguno de ellos, sin llamar para excusarse. Supongo que uno más en una serie de desencuentros. Me vuelvo de Barcelona con la sensación de quien se marcha de una casa por la puerta trasera mientras todos duermen, y con un regusto en la boca a ocasiones perdidas ( o pasadas, quizá).

El pasado lunes fue el último de la tradicional visita a casa de Gerard y Mónica para ver Lost, en el canal satélite. Ha sido siempre uno de los mejores momentos de la semana, por lo bien que me han tratado, y lo bienvenido que me han hecho sentir, ¡por no hablar de las cenas MagicBullet!
Volviendo a casa, ese día como tantos otros, por las calles vacías de martes de madrugada, me asaltó la melancolía de las cosas que sabes que estás haciendo por última vez. Habrán más ocasiones, pero ya no será la primera temporada de Lost.
Dejo a mi pobre hermano enganchado a la serie, y me sabe mal no estar con él para que acabemos la temporada.

No sé por qué, he vuelto a retomar la costumbre de los paseos kilométricos de noche, con el ipod.
Escucha intensiva de los Kings of Convenience y Piano Magic . A Barcelona le sienta bien esa música.

He leído en un libro el mito del eterno retorno. Si en el universo hay un número finito de átomos, y un número finito de combinaciones entre ellos, y el universo es eterno, al final volveremos a existir, y nos volveran a pasar todas las cosas que nos han pasado. Los mismos errores, los mismos aciertos, y con las mismas personas.

Hoy ( escribo esto en la madrugada del lunes al martes, porque tengo insomnio) he visto Un año de trece lunas, de Fassbinder. Es tremenda y preciosa, como todas. Y como en todas, trata la crueldad de las relaciones entre las personas, que siempre son de poder. Y como en todas, sales bastante melancólico.
Si sigues el calendario lunar, en vez del solar, uno de cada siete años hay trece lunas llenas en vez de doce. Para las personas cuyas vidas están dominadas por los sentimientos, esso años son de catástrofes y depresiones, según el director de cine. El año del rodaje, 1978, fue el año del suicidio de su amante, y fue un año con trece lunas. Echa cuentas.

Volviendo a casa, caminando, he pasado por tres sitios con los que estuve con alguna persona que han sido importante para mi, y ahora no sé si las echo de menos. En el ipod, homesick, porque ya no sé más dónde está el hogar.