miércoles, julio 21, 2004

Cosas sueltas

Estos días he recibido una buena noticia: parece
definitivo, nos mudamos de los polígonos. Todavía no sabemos
la fecha, pero ya están mirando locales en Madrid. Sitios
donde puedes llegar en transporte público urbano, sin estar
pendiente de horarios, porque si pierdes un bus tienes que
esperar 20 minutos más ( bus que coges en plaza de Castilla,
que ya es un pedazo de trayecto en sí mismo), o sin pasarte de
35 a 40 minutos dormitando en el tren, más los 20 minutos de
marcha bajo el calor que ya empieza a apretar aunque sean las
9.30 Y es que llegas al estudio y ni te acuerdas de a qué
habías ido.
Así que, si todo va bien, y la inepta de la productora ( va
con el cargo, me temo), no consigue equivocarse de nuevo ( lo
intenta siempre con todo su empeño), ocuparemos un nuevo
local. Todavía no sé cuándo, pero espero que pronto.

Otra cosa es el futuro. Ayer estuve hablando con el jefe,
que me bajó en coche a Madrid, y no tengo ni idea de lo
que pasará cuando se acabe la peli, para verano del año que
viene. Para mi sorpresa, siendo el tipo de persona que soy,
tampoco me importa mucho. Algo saldrá, digo yo. De hecho, para
ser un eneagrama seis, estoy hasta despreocupado, a ratos.
Algo saldrá, algo cambiará... En el estado en que se
encuentra la industria, ya casi nada es posible, pero a lo
mejor ahí está la gracia.

Esta mañana he tenido una charla muy agradable con un
compañero del estudio. Era temprano, por la mañana; la gente
estaba trabajando en silencio, y mientras dibujábamos
tranquilamente hemos estado charlando de pintores que nos
gustan, del talento y el esfuerzo, del ego y de la posteridad,
de cuánto de arte tiene la animación, de lo poco que
soportamos el ambiente de los estudios, lleno de niños grandes
con las mesas llenas de muñequitos y todo el rato hablando de
las mismas pelis... es gracioso porque él y yo siempre
discrepamos en temas políticos, y casi siempre exaltados, con
saña. Pero en cualquier otro tema, y en temperamento, somos
muy parecidos. Curioso.

El lunes por la noche vi un programa delirante en la tele. Se
llamaba Campeones de Olimpia, y como me dijo un amiga, es el
sueño erótico de una mente calenturienta marica llevado al
paroxismo. Juntan a un montón de atletas masculinos en un
campamento, y les entrenan para competir en pruebas olímpicas
de la antigua Grecia, mientras están todo el día seguidos por
las cámaras. Con las mismas técnicas, y todo. Pero es que
hasta les obligan a hacer el ridículo vestidos como griegos, y
comen lo mismo, y se duchan igual ( sí, sí, hay escenas de
duchas ) Es como un cruce entre la Isla de Los Famosos y
Querelle. Todo es absolutamente ridículo. Hasta los pobres
entrenadores, que se les nota cortadísimos, vestidos con
túnicas de esparto que se toquetean todo el rato mientras
hablan con los chavales. Y ellos triscando por ahí en
taparrabos, levantando piedras. Una risa, de verdad. No sé
quién ha conseguido llevar hasta el final semejante proyecto,
peor deberían hacerle un monumento en la Plaza Vázquez de Mella.

El martes estuve en el dietista, y he perdido como dos kilos esta
semana. Un pasote, y sin que yo recuerde un esfuerzo especial.
Y tenía la tensión por los suelos. La verdad es que estos días
me noto un poco asténico. El dietista me dice que es normal,
en esta época. Será.
Luego hemos estado charlando un rato de cosas personales, que
ya no es mi dietista, es mi psicoanalista. O yo el suyo, según
como se mire.

Y poco más. Me estoy leyendo un libro que todavía no me ha
enganchado, pero lo hará; también una
biografía, relacionada. Y estoy escuchando mogollón de
canciones nuevas en el ipod, y algunas ya conocidas, que me
recuerdan a cuando iba al cole.