martes, junio 08, 2004

Fin de semana de tragedia griega

El sábado había quedado temprano con Edu en ir a las Rozas Village a comprar ropa para una boda que tengo el próximo fin de semana. Ulía se ofreció amablemente a llevarnos en coche, y de paso nos acercábamos a Ikea. Se trajo a su perro Otto, que es muy simpático pero está loco. No paraba de dar vueltas por el coche, de ladrar a los perros que cruzaban los semáforos, de jadear como si tuviera un motorcito, y de pegarte el culo con todo el calor que hacía, para demostrarte que te quiere mucho. Es lo que tienen los perros, que son muy simplones. Yo soy más de gatos, más pasotas y elegantes. Aunque mi gato Pancho es como un perro: se tumba a que le rasques la barriga cuando llegas, siempre te está maullando para llamar tu atención, va a la arena cunado tú vas al baño, te llama para que le vas comer, y te trae su pelotita para que tú se la tires, y él la va a buscar. Un día le tendría que dedicar una entrada sólo a lo que hace mi gato Pancho.

En las Rozas me compré unos pantalones de verano y un traje de Carolina Herrera, gris con rayas violetas, muy bonito y original pero sin ser estridente. Costó bastante encontrar algo que mereciera la pena, porque como es un outlet, tiene tallas imposibles, o cosas muy feas. En Versace había un traje chulísimo, peor en la talla 50, como diez tallas por encima de la mía; y todo así. Además, ni siquiera había muchas marcas donde mirar. Era como una calle de mall californiano, peor con una mierda de tiendas, así que fue una suerte encontrar ese traje en el último momento.
Encima, no dejaban pasear con perros por el recinto. Ya no digo dentro de la tienda, sino por la calle!!! Un poco nazis, en el outlet. Así que Uli lo dejó en el coche, y tuvimos que darnos un pelín de prisa.

Con mis bolsas, y yo más contento que unas castañuelas ( a mí lo del perro me la sudaba), nos volvimos al coche, y nos fuimos a Ikea. Allí tampoco dejan entrar a perros, claro, pero como íbamos a tiro hecho, Edu se quedó fuera con Otto y Uli y yo entramos a comprar. Nos cogimos de la mano para parecer una pareja, porque nos dio el punto, y nos paseábamos entre los sofás como si nos fuéramos a casar.

Para rematar el día americano de grandes superficies, comimos en un burger king. Yo me pedí una ensalada con pollo a la brasa, y resulta que tampoco estaba tan mala. Me esperaba algo mucho peor, y el pollo estaba hasta rico. Luego nos volvimos a Madrid, a dormir la siesta con las persianas echadas, que hacía mucho calor.

Por la noche fui con Edu, Uli y Alina a ver Ladykillers. Por supuesto, no es mejor que la original, pero me gustó bastante. Pasada la mitad, se pone un poco pesada, pero es una gozada ver a los actores, así que tampoco es para tanto. Todo hablan con acento, porque está ambientada en el sur de EEUU, y la vieja es total. Al hip hop lo llama hippity hop, y es ultra beata, pero una jodía. Tom Hanks habla con acento inglés, y tiene unos dientes horrorosos. Está muy gracioso, haciendo de malo que se cree muy inteligente, y es un inepto. El negro es el típico rapero, pero el actor es muy mono, así que vale. Me encantó una cazurra de las montañas , que iba con coletas y camisas de cuadros, y se llamaba Mountain Girl. Ella y su marido eran tontos, pero se querían mucho. De todas maneras, la peli es infinitamente peor que la anterior, Crueldad Intolerable, que era la bomba.

Después del cine nos comimos un kebab, y me marché para Chicote, donde había quedado con Mario y Olvido. Ya estaba Susi Pop, y Alexis, claro, y conocí a Jon, un amigo de ellos, muy interesante, que ha montado la Casa de Asia en Barcelona. Estuvimos hablando del viaje que él, Olvido y otro amigo hicieron a Grecia en Semana Santa. Comentamos una entrevista que le hicieron a ella y salió publicada en El Viajero, y vimos cómo cambian las cosas de cuando las dices a cuando las publicas. Al rato fueron llegando La Favor, Clara y Jose Luis. Estuvimos comentando el efecto del concierto de las Nancys Rubias, impresiones posteriores y demás. También el concierto de Málaga, que fue en un campo de fútbol, súper multitudinario. Hoy me ha comentado Nacho en yoga, que les dijeron que en la playa había ladrones y peces muertos ( los peces, no los ladrones).
De Chicote nos fuimos a Cool. Por el camino recogimos a Las Groupies, que el apodo ya se les ha quedado a Álvaro, Jone y Jorge; aunque ellos prefirieron ir a Coppelia, que pinchaba M..
En Cool nos sentamos en la planta de arriba, y estuvimos charlando, cotilleando, comentando de la clientela, bailando un poco, porque de ves en cuando nos pasábamos a la sala chochi. La Favor andaba por ahí con sus amigos Alejandro y Anthony, un chico de nueva York. Mucha gente conocían a Mario y Olvido, y se acercaban a saludar, charlaban un rato, y luego me explicaban quienes eran, Así que conocí a mucha gente, que siempre hace que me lo pase bien.
También se acercaron muchos fans, a pedir besos y autógrafos en los brazos, y cosas así.
Llevábamos un rato allí cuando llegó La Plástica, con una amiga , y se sentó con nosotros. Yo me parto con ella, siempre es una risa. Estuvo contando anécdotas, y nos traducía letras de Fangoria al catalán, que es una afición que tienen ella y Olvido.

Al final de la noche nos fuimos a casa de Jose Luis, de chill out. La Susi, como siempre, brilló con luz propia. Nos hizo reír muchísimo, contando los mismos chistes de siempre, pero como hace ella, que cada vez que los cuenta improvisa cosas, y te partes. Se llevó toda la noche acariciándose el cuerpo, y diciendo: soy la costa da morte.
La Plástika también contó muchos chistes, y los cuenta con tanta gracia, que yo lloraba, y todo. Aparte de eso pusimos música, recordaron grandes fiestas celebradas en esa casa, y Mario y la Susi nos regalaron un medio concierto ( porque faltaban tres) de Las Nancys, por supuesto en playback.
A las ocho y pico consideré conveniente retirarme, y me volví a casa caminando. Madrid estaba estupendo, con el primer sol de la mañana, con casi nadie por la calle, y un poco de fresquito. Además, me apetecía pasear un rato solo. Compré churros, y EL PaíS.

Por la tarde, fuimos Edu, Carlos, Pilar y yo a ver Fedra, al teatro Pavón. Es una obra clásica del teatro francés, de Jean Racine, dramaturgo de la corte de Luis XIV, el Rey Sol. Vamos, de las típicas cosas que se ríe Nacho, por ser de finas. El decía que prefería quedarse tumbado en su casa, leyendo antiguos Vanity Fair, que ir a ver eso. Preguntaba incluso si no sería un musical, que figura en su escala como lo puto peor. Aunque tendría gracia, hacer un musical de Fedra, la tragedia griega.
Debo reconocer que a mí también me daba un poco de susto, y Carlos y yo acordamos sentarnos juntos, porque como somos igual de petardas, si nos aburríamos, pues así era compartido.
Y al principio, así fue. Es lo que tiene el teatro clásico, que cuesta entrar, acostumbrarte al verso, a la forma de moverse. Además, el montaje es muy contenido, y todos actúan como muy hieráticos. Ahora, cuando me atrapó la obra, ya no me soltó. Ya sé que parece obvio, pero todavía me extraña que personas de hace tantos años puedan sentir exactamente las mismas cosas, en las mismas situaciones. Me fascinó, me encantó el lenguaje, el verso, y me impresionó la profundidad psicológica de los personajes, y la fuerza de la trama ( sin contar demasiado):
Fedra es una mujer casada que se ha enamorado de quien no debía. Y está en una situación de la que no puede salir sin causar mucho daño a quienes la rodean. Tan simple como eso; y tan complicado; y tan universal.

Lo bueno que tenían los griegos, es que sus dioses eran tan imperfectos como ellos, y nosotros, los mortales, actuábamos siguiendo los designios de destinos trazados por ellos, como muñecos movidos por las pasiones.
Me temo que esa excusa ya no nos sirve.