lunes, marzo 13, 2006

Sweetbreezes

El viernes 24, hace ya casi dos semanas, me largué cuatro días a Copenhague. Al día siguiente celebraban allí la fiesta de final de producción y riguroso estreno mundial de una película en la que estuve trabajando el año pasado, y fueron tan amables de invitarme. Invitarme a la fiesta, se entiende. El resto corría de mi cuenta.
Tomo el avión en la nueva terminal 4 de Barajas, que me parece lo más. Los aeropuertos me encantan, todos son parecidos y a la vez diferentes, como si ellos juntos formaran un continente paralelo. Hay otros mundos, pero están en éste. La nueva terminal es preciosa, huele todo a nuevo, casi te coloca de tantas ondulaciones por encima de tu cabeza, y cuando llegué estaban las pasarelas de recogida de equipaje funcionando, pero vacías, como de atrezzo, o como en Nueva York, que dejan las luces de las oficinas encendidas por la noche, sólo para que haga bonito. La nueva terminal ha subido muchos puntos en mi lista de aeropuertos favoritos.
Aunque cerca de los primeros está el de Copenhague, premiado recientemente como el más amigable del mundo. Todo a escala muy humana, con muchas plantas y palmeras, cafeterías con Wi Fi gratis, y tiendas donde puedes comprar desde banderas danesas para quemar hasta fundas nórdicas. Y todo está muy bien indicado, y tomas el tren enseguida, sin perderte. Dinamarca es un país muy moderno y cosmopolita, peor con medidas de provincia bananera, así que en 15 minutos estás en el centro.

Henriette, una amiga danesa que trabajó en Madrid antes de volver a su patria, me bien a buscar. Es súper alta, se crió en el campo alimentada sólo de patatas por la crisis del petróleo de los 70, y siempre lleva encima un aire de supermodelo jipi, sobre todo cuando se sienta a leer el periódico y despliega las piernas, no las hojas. Vive con Jehan, un ex mega ejecutivo francés que vivía en nueva york, conoció el lujo de todos los baños de todas las fiestas de manhattan, y la miseria de todas las tretas de todas las grandes multinacionales. Se casó, fue padre, se divorció, su mujer y su hijo se fueron a vivir a Las Vegas, una vez de visita acabó con Julio Iglesias en la carpa privada en la piscina del hotel. Dice que es alto, pero Henriette, claro, no le cree.
El martes 11 de septiembre de 2001 fue a trabajar a su oficina de la torre norte del World Trade Centre. Una hora después del impacto consiguió ser evacuado, justo para llegar a la calle y ver cómo se derrumbaba la torre sur. Salió corriendo para que los escombros no le sepultaran, y acabó de correr en Copenhague. Ahora reparte periódicos para suscriptores; trabaja por la noche, solo, en bici y con música. Rollo American Beauty. Y cocina fenomenales platos franceses, y prepara sweetbreezes ( absolut con zumo de pomelo y de arándanos). Todo ésto, la historia, los platos y las copas, me lo regalaron la primera noche que estuve allí.

El sábado lo pasé entero en la fiesta de la productora. Vimos la película. Es la nueva de Asterix. No ha quedado mal, desde luego es la que ha quedado mejor de todas. Tiene un tratamiento de línea que te hace creer que está viendo dibujos a pincel que se mueven. Después de la peli nos invitan champán y nos meten en autocares. Nos sirven hidromiel en copas de cuerno, pero de plástico. Todo como un cruce en entre Ikea y los vikingos. Nos llevan a un restaurante vikingo en medio del campo danés, y nos pasmaos allí como 8 horas bebiendo, charlando, comiendo cerdo y ternera asados, y montan juegos vikingos en los que por supuesto yo no participo. Me quedo sentado, bebiendo y charlando sobre cotilleos de Hollywood con uno de los guionistas de la peli, que ha trabajado en muchas superproducciones animadas de allí. Jeffrey Katzenberg, el dueño de Dreamworks Animation, duerme 4 horas(y ahora porque se está ablandando, antes sólo dormía 2),su teléfono tiene 16 líneas y es capaz de manterner otras tantas conversaciones simultáneas, se va de pesca con Brad Pitt ,y solamente contrata a productores mujeres o maricas, porque así les puede gritar, (deben ser las únicas criaturas dignas de ser gritadas, según él).
Su ruptura con Disney, que originó el estudio Dreamworks, vino casi un poco por un tema de quién la tenía más grande. El guionista me aseguraba que cuanto más se asciende en la jerarquía de la industria, más infantiles eran las causas por las que se toman decisiones millonarias. Ya lo decía William Goldman en su libro. La primera regla de Hollywood es : NADIE SABE NADA DE NADA.

Lo genial de los países civilizados es que la música pachanga que ponen en las fiestas es toda anglosajona, nada latino horroroso, así que con tanta Sugababes, New Order, Madonna, pop danés y sueco, acabé bailando hasta las tres (léase “las tantas” para los horarios de allí), y nos devolvieron a la ciudad. Desde la estación de tren hasta mi bici tuve media hora de camino, y hacía un frío tremendo.

El domingo de turismo con Henriette y Jehan, paseando en bici por la ciudad. El hombre más rico de Copenhague, ahora que se acerca su muerte, ha construido un teatro de la ópera ultramoderno, como regalo a su país. Todo de su bolsillo, y justo delante del palacio de la reina, para que lo vea por la ventana cuando le levante por la mañana. Toma demostración de poder. Parece una especia de venganza. Operística.
Las casetas de vigilancia de los guardias de palacio son rojas, de madera, y las mirillas, talladas, tiene forma de corazón. ¿Cómo no adorar este país?

Volvemos a casa y cenamos francés: sopa de cebolla con costra de queso, y una receta siciliana de pasta. Y más sweetbreezes. Jehan se mete en la cama para levantarse a la una de la madrugada, y Henriette y yo vamos a ver Syriana, por eso de que pega con estar en Dinamarca. Yo decía de ver una peli en inglés, para entenderla. Y la peli es complicada de cojones, y la mitad hablada en árabe, con subtítulos en danés. Fenomenal, oye.

El lunes cojo la bici, elijo la banda sonora: los kings of convenience, y me paso 20 minutos pedaleando por la mañana, junto a montones de rubios y rubias que van a trabajar en bici, con el solecito boreal, y escuchando canciones de amor y hielo.
Paso por la productora para hablar de trabajo. Tienen proyectos, y quizá colaboremos. No me importará mudarme un añito o así a Copenhague. Eso sí, ya he decidido que mis próximos trabajos serán en animación por ordenador. No es que pueda elegirlo, tampoco, es que todos vienen así. Pero de todas maneras me apetece todo.
Cojo la bici, vuelvo a casa, cojo la maleta y unas banderas danesas que me pidió Nacho y yo le traigo encantado, porque somos fans de Dinamarca y enemigos del fanatismo religioso. Tomo el tren al aeropuero y vuelvo a Madrid. Es lunes por la noche

El martes por la tarde vuelvo a la terminal 4 para ir a Santiago de Compostela. Allí está el estudio de animación por ordenador que va a trabajar en nuestra película, animando escenas de multitudes.
Llego con una hora de retraso al aeropuerto de Santiago. Hoy la T4 ya no mola tanto. Éste es muy pequeño y muy cutre. No me gusta.
Cojo un taxi, y el taxista no me habla en todo el trayecto, no enciende el taxímetro, y me lleva por carreteras oscuras. Es mi primera vez en Galicia, y parece Twin Peaks.
Llego al hotel, donde me esperan los directores y el line producer, que han llegado de Barcelona. Me explican que el trayecto es un precio fijo, y ya lo entiendo todo. Nos vamos a la plaza del Obradoiro, y la catedral me parece impresionante. No me extraña que Shirley McLaine haya querido llegar caminando hasta ella.
Cenamos en una marisquería. Toda las raciones son ENORMES.
El miércoles trabajamos todo el día en le estudio. Les explicamos lo que queremos y cómo lo queremos. Dicen que lo entienden. Ya veremos.
Luego me enseñan la película que están haciendo ahora, una sobre Don Quijote. Les veo animar por ordenador y me apetece mucho, de nuevo. Ya está decidido.
Al final de la tarde, vuelvo a Madrid, y vuelvo a acumular retraso. La terminal 4 ya me está tocando las pelotas.