miércoles, julio 19, 2006

Summercase:1 - Primavera Sound:0

Y por fin, la semana pasada, se acabó mi trabajo en la película. Bueno, todavía quedaban algunos flecos que pulir, pero por un aparte el productor ya está despachando a parte del equipo, conforme su trabajo se va quedando en poco, a pesar de que queden cosas por hacer. Bienvenido a la manera como se hace cine de animación en España.
Por otra parte, yo encantado, porque estoy pendiente de empezar a colaborar en el final de otra película de la casa que se está animando por ordenador. Va a ser mi primera película en 3D, y estoy de los nervios. Nueva herramienta, nueva forma de trabajar, nuevo equipo, y encima incorporándome en el último tercio de la producción. Por si fuera poco, se suponía que iba a trabajar en el estudio, con gente que ya manejaba el programa y todo eso, pero al final me han propuesto trabajar como free lance, desde casa. Por una parte, fenomenal, porque me quedo en Madrid, pero por otra, acojona enfrentarse solo a tantas novedades. En fin…

El jueves y el viernes estuve en Barcelona, repasando con los directores lo que quedaba pendiente, poniendo en común sus opiniones con las mías, para que las directrices que se fueran a marcar no fueran muy diferentes. El viernes a las tres, sin mucha ceremonia, nos despedimos. Digo sin mucha ceremonia porque, primero, soy fatal para los adioses, los llevo fatal y casi siempre prefiero desaparecer como un día normal. Y segundo, porque continuaré colaborando de manera extra-oficial, nos seguiremos viendo, y estamos a la espera de que se materialicen nuevos proyectos en los que colaborar. Hay cosas en el horizonte, aunque en este negocio nunca puedes dar nada por sentado, porque casi nunca sabes lo que vas a estar haciendo en unos meses.

El viernes por la tarde tuve el tiempo justo de sentarme en el sofá un rato, a sentir el horror vacui que te sobreviene cuando terminas algo que te ha estado ocupando todas tus horas de vigilia y algunas de sueño, y de pronto se acaba.
Me permití tener esa sensación como unos 45 minutos, porque luego me tuve que poner en marcha. Había quedado con Virgili a las seis y media para recoger las entradas del Summercase.
Nos encontramos en la explanada frente al Parc del Fòrum, y estuvimos haciendo cola, porque abrieron las puertas con un poco de retraso. Llovía un poco, pero sólo lo justo para refrescar un poco el bochorno, sin llegar a estropear nada del festival.
Nada más entrar pasamos al lado de una de las carpas, la que era de circo, y estuvimos escuchando a un grupo que parecía que llevaba tocando desde las cuatro de la tarde, y ahora a las 7 y pico, les pillábamos en pleno subidón. Es normal que al principio, tanto el público como los grupo estén un poco fríos. Pero Trabant, que venían desde Finlandia, ya estaban sudando, se quitaban las camisetas, jaleaban a la gente, y de pronto te tocaban una powerballad como un rap (venían con guitarras, percusión teclados y ¡dj!) como algo súper guitarrero. Nos encantaron. Bueno, a mí más que a Virgili.
De ahí nos fuimos a ver a los Boyfriends. Yo había leído que eran el grupo favorito de Morrissey, y cuando me bajé cosas de internet comprendía que Mozz es lo más narcisista del mundo, porque suenan exactamente como los Smiths. Las canciones me gustaban, pero en directo eran muy sosos. En las partes instrumentales, el cantante de pronto se quedaba callado, como pensando, o contando a los 4 que estábamos, y así, hijo, no se puede. Además, era muy feo y debería adelgazar, si quiere ser una estrella del pop.

Nos paseamos un rato hasta que nos juntamos con Marta, la hermana de Virgili, y con Vito, y nos fuimos a ver a Astrud, que suenan tan bien en directo como en disco, no son nada sosos, y sí, son más guapos y más delgados. Había muchísima gente, muchos fans, y como siempre me encantaron. No me canso de verlos, y no me perdería ningún concierto. Como en Murcia, tocaron versiones acústicas de todas las canciones.
Después de Astrud llegó Álvaro,puteado porque justo terminó su grupo favorito, y nos fuimos a ver que se tramaba por el recinto.

Entre conciertos me encontré con Mónica, que está a punto de salir de cuentas y desafiaba las contracciones paseándose por el festival con Serge. Mónica contaba, riéndose, que todo el mundo en Barcelona llamaba al Sumercase el Primavera Sound. Supongo que porque, quitando los gafapastas que salen con foto en una revista hablando de sus grupos, nadie más habría estado en el Primavera original, escuchando a tanta rara…

Pasamos un rato por Belle and Sebastian pero no nos quedamos mucho, afortunadamente. A mi me parecen unas cursis y unas pesadas, y siempre que estoy en uno de sus conciertos, me parece que estoy en la fiesta de final de curso de un colegio de curas
Tenía muchas ganas de ver a los Sparks,, y no me defraudaron. El cantante iba vestido como Epi, con jersey de rayas rojas y negras, y otro, con raya en medio relamida, bigotito protofascista, corbata, traje y gafas redondas parecía que venía directamente de una oficina, y le habían sentado a los teclados (el sábado hablé con Mario, que había acompañado a Olvido en Madrid, y me decía que uno le parecía de los Morancos y el otro le daba miedo!!)
Lo mejor de la noche empezó tarde, con Daft Punk. Para entonces ya íbamos como las cabras, queríamos pasarlo bien, y vaya si lo conseguimos. Nada más empezar, se desprendió el velo negro que cubría el escenario, y aparecieron los dos en lo alto de una pirámide, sobre la que proyectaban visuales, con un montón de luces sincronizadas de fondo. Llevaban los cascos, y esperábamos que se lso quitaran en algún momento, pero no lo hicieron. La explanada estaba llenísima, y todos saltamos y bailamos muchísimo. Luego, en la típica crítica plasta, alguno dijo que si no era nada nuevo, pero nosotros, que nunca los habíamos visto en directo, nos lo pasamos fenomenal.
Recalamos un rato en Massive Attack, que se volvieron locos, con dos horas y pico de concierto impresionante…que no vimos entero porque Álvaro y yo ya éramos como diablos de Tasmania, y más que atmósferas sonoras, lo que queríamos era la marchita de Fatboy Slim, y allí que fuimos.
Norman Cook pinchando es como un hooligan de pub inglés, sólo que con poder para volverte loco. En lo alto del escenario, detrás de la mesa de mezclas, y vestido con camisa de flores y pantalón corto, como si estuviéramos en la playa de Brighton, empezó a poner vinilos, mientras enseñaba a una cámara que tenía junto a los platos una funda de disco don al palabra HOLA.
El principio fue un escándalo, pero al cabo de una hora de poner beats y bases pero sin ninguna melodía, ni dejar más de unos compases repetidos de sus grandes clásicos, pues se nos hizo un poco pesado. Mientras bailábamos estuvimos preguntándonos cuánto se llevaría el tipo por el par de horitas, y dedujimos que si Miss Kittin vale 9000 euros la sesión, éste por lo menos costaba a 6000 la hora. Sería la rabia, o sería que ya estaba un poco repetitivo, pero nos fuimos a otras carpas, con otros pinchas más baratos y más bakalas. Allí nos encontramos con Danipatch, que le dio el punto el día antes y se vino a Barcelona. Aunque tenemos muchos amigos comunes, no le conocí hasta esa noche, y en buena hora, porque me cayó fenomenal, y el finde no habría sido lo mismo sin él.
A las seis, cuando cerraron, nos juntamos con Paco, Dani y un amigo suyo que se llama Jordi pero tiene un fotolog donde se llama ¡ Relleno de chicle! Con ese mote, claro, me pareció majísimo. Antes de irnos a casa Vrigili nos dijo que se había colado en el camerino de Daft Punk y allí sólo había acreditaciones de mujeres. Y que luego en la furgoneta sólo subieron un hombre y dos chicas. No dejaba de repetir, a quién quisiera escucharle, que “¡¡Daft Punk eran dos tías!!! ¿A que es sexy?”

El sábado empecé cansado, Los Dirty Pretty Things, que es el grupo del otro-de-los-Libertines-que-no-es – Pete Doherty -y-no-quiere-que-le-hablen-de-él me gustaron, y Rufus Wainwright me cansó. Se quiere tanto, se cree que es taaaan bueno, y le gusta tanto oírse, que no se percata de que no te puedes poner en un festival carpero a tocar lentas con un piano y una hermana gorda, que ni siquiera es Martha. Eso sí, las de siempre a las que les encanta decir que a ellas les gusta Rufus( mientras no sea masivo) aplaudían como si les fuera la vida en ellos. Por cierto, ¿por qué en cada entrevista a Rufus, año tras año, sólo hablan de los famosos a los que les gusta, y de que esta vez sí está apunto de ser masivo?
Menos mal que luego nos fuimos corriendo para New Order, y allí empezó la apoteosis. Álvaro y yo recordamos el concierto del Primavera del año pasado como uno de los conciertos de nuestra vida, y queríamos repetir. Y, cosa rara cuando interviene la nostalgia, la segunda vez no nos defraudó. Saltamos, gritamos, bailamos, levantamos los brazos y nos pusimos de rodillas cuando cantaron Triángulo de Amor Bizarro. Llevaban una hora de concierto, y aunque las pobres viejitas se quejaban de que llevaban tocando mil años, no les dejamos terminar, y pedíamos bises y bises, y sudaban y sudaban. Acabaron, como todos queríamos, con Blue Monday. Eso sí, las dos más esperadas fueron en versiones un poco más suaves que la otra vez, pero ¿qué más nos dio?
Saliendo de entre la masa, al dejar New Order, nos encontramos con Mónica y Adri, uno de los dires de la película, que además llevaba un botellín de vodka con pimienta, que coló de estraperlo en el bolsillo del pantalón. Y vaya si lo disfrutamos, con Razorlight; una de mis sorpresas más gratas en este festival.
También lo pasmaos en grande con Primal Scream, bailamos mucho y nos encandilamos con el delgadísimo Bobby Gillespie, que no iba puesto, no…iba lo siguiente; que hasta el de seguridad del grupo tenía que ir a buscarle al foso cada vez que dejaba caer el micro ( encendido: ¡PLOFFF!) y se bajaba a tocar al público.
Quisimos estar en la sesión de los Chemical brothers estaba tan llena que no se podía soportar, así que nos quedamos bailando en los suburbios.
Acabamos la noche junto a las carpas de djs, charlando, riendo, y asombrándonos de los condones fluorescentes de Danipatch.

A las seis, siempre tan precoces y puntuales en Barcelona, nos volvieron a echar. Álvaro y yo nos marchamos a mi casa. Mi hermano Víctor ya había vuelto; no habíamos coincidido en ningún concierto, aunque nos mantuvimos en contacto.

Al día siguiente, nos pasmos todo el domingo en mi casa, tirados en pijama en el sofá, catatónicos y viendo La Sexta, hasta la noche, cuando cambiamos a Antena 3 para verme usurpando a Nacho Canut.