lunes, abril 10, 2006

Blast from the past

Una vez más, y como cada mes, dejo Madrid y paso unos días trabajando desde Barcelona. El objetivo es revisar el estado de la película con los directores, trabajando juntos, visionando work in progress, y planificando el trabajo que tenemos por delante ( en este caso, acabar de repartir entre los estudios los últimos fotogramas de animación, y empezar a supervisar la animación 3D).
Pero últimamente, con el montonazo de trabajo que me tiene alejado de las actualizaciones y demás distracciones de la red, y la tensión de los últimos meses de producción, cuando me largo a Barcelona es para alejarme de todos los estudios de Madrid, y el día a día de los problemas de cada uno de los animadores, que es una cosita para cada uno, pero cuando eres el recipiente de todas las gotitas, acabas hasta el borde...
El viernes fue un día horroroso, tuve uno d los peores tragos de mi vida profesional, tener que quitar parte del trabajo a uno de los estudios, porque la calidad que estaban dando no era los suficientemente buena. eso de por sí ya es mal rollo, pero si añades que es el estudio donde empezaste a trabajar en animación en Madrid, hace ocho años, y que te han visto crecerlo dejas en un momento dado por pura evolución profesional, y vuelves convertido en director de animación, pues todas las fibras que tocas acaban en nervios, y tu acabas teniendo que salirte a dar paseos para calmarte, después de algunas discusiones...
En fin, menos mal que por la noche me desfogué en la Nancy Boîte.
Antes fui a cenar con Edu, para celebrar que por fin le han contratado, después de tres meses buscando empleo, y de pasar mogollón de entrevistas que le decían que su perfil era ideal, y luego se esfumaban sin ni siquiera decirle que no. por lo visto, como es francés lo sabe por experiencia, ésto sólo lo hacen en España. Bueno, y lo de que los anuncios de empleo no sirven para nada, porque todo funciona por un conocido que tiene un amigo que le comenta que en tal sitio buscan a alguien
El caso es que fuimos a cenar arroz a banda al Ventorrillo Murciano, uno de los mejores restaurantes de Madrid, y encima debajo de mi casa. Llevaba dos semanas de dieta estricta, y la cena, encima gratis, me sentó como una ráfaga de orgasmos seguiditos. Y como lo tengo tan cerca, después de cenar pude subir a casa a ponerme el iluminador de ojos, que con las prisas se me olvidó, y de allí marcharme a buscar a Javi, para la nancyfiesta.
Era la noche de las amigas, porque actuaban Roberta y Elektro, pinchaban Álvaro y Jose, y encima en el Barbarella se estrenaba Patata a los platos, con su compañera de trabajo, bajo el ponderoso nombre de Gavilanas Djs. Así que desde el piso de arriba, mientras charlaba con Mario, Olvido y Nacho (que me espetaron que desde que estoy con la dieta estricta me he vuelto más mala; después de todo es de saber popular que cuanto más mala, más delgada y más pómulo tienes)escuchaba a Álvaro, que pinchó súperbien, y antes de que empezara Roberta me escabullí del Cool, salté a un taxi, subí San Bernardo, atropellé a unos cuantos perrroflautas que hacían botellón en la calle de la Palma, y jadeando me pasé un ratito con las Gavilanas, y Claudio, y Álvaro Flat EriKK, RafAnn O´Nadada, Rul, Artemisa y Supervago. Me besé con Raquel, la chica más guapa del mundo, y me volví a Cool, justo a tiempo de ver empezar a Roberta,. Despampanante con el vestido que le ha hecho a medida el sastre que le ha robado la Marrero a la Topacio Fresh. Durante todo el concierto Nacho, Pablo Sycet y yo nos meábamos con los visuales de Joan Collins haciendo aerobic sin sudar una gota, que parecía un espantapájaros animatrónico, vestida con combinaciones imposibles todas como de Versace años 90, y en jardines privados de Miami tan grandes que parecían parques públicos.
Después todos a la sala roja, la que me recuerda a Roger Corman, donde pinchaba Jose, interrumpido por Mario, interrumpido por Álvaro, interrumpido por…demasiado gallo para tan poco corral, pero para mi fenomenal, porque era todo un no parar de jits.
Durante la sesión, si no me pidieron que actualizara como cinco veces, no lo hicieron ninguna, y el momento más surrealista de la noche fue cuando un grupo de desconocidos, me suelta “V., pasa el popper” Lo que pasa es que esta vez estas cosas me hicieron gracia, en vez de rayarme, así que supongo que estoy robándole horas al sueño, muerto de cansancio, y actualizando por las peticiones.
Al final de la noche no me apunté a chill out en casa de Martín Sastre porque tenía que irme a Barcelona al día siguiente

Cuando aterrizé ( en todos los sentidos) por la tarde en Barcelona me vinieron a buscar mis padres, y me soltaron en el centro. Me dio un acceso consumista, y me compré los cristales de mis gafas nuevas, y unas gafas de sol de Gucci, y una cámara de fotos nueva, porque la que tenía es un rollo de gorda y antigua, y la peli de King Kong, para verme todos los extras. Agotado de tanto sacar la VISA, me volví a casa, y quedé con David y Ana a cenar en el Habana, un restaurante de toda la vida al lado del Macba, con camareros muy mayores, y raciones caseras. Al café se apuntó Marc, al que hacía meses que no veía. Sigue trabajando en cómics, de momento puede seguir pagando la hipoteca, y sigue sin tener novia. Mira que yo le digo que mejor, que se va a arrepentir a las dos semanas, y va a echar de menos el sexo casual, pero él se empeña. A la gente hay que darle lo que quiere; luego que no me diga.
Había dormido tres horas, pero me animé a una copa. Fuimos David, Ana y yo al Negroni, y cuando me quise dar cuenta me había pimplao tres cosmopolitans, y había quedado con Gerard, que llegaba de París, en el Sweet café.

Allí entré diciendo que me quedaba un ratito, y me encontré con un whisky colalight en la mano, y Souver me enseña de pronto un cd grabado: es el nuevo disco de los Pet Shop Boys. Le pido una copia inmediatamente, pero me dice que no puede, porque vienen marcadas y si alguna se filtrara a internet, se sabría de quién ha venido. Yo lo entendí perfectamente, porque con los works in progress de las pelis se hace lo mismo: impresionan en pantalla el nombre del estudio, y si esa copia acaba en la red, le fríen a pleitos.
A cambio de eso, me pinchó todos los temazos, alternados cada uno con una canción de Miranda! Entenderás, querida lectora, que así acabáramos Gerard y yo saltando por toda la sala.
Me puse muy contento porque me encantan todas las canciones… Y lo necesitaba, porque el primer single me dejó frío ( de hecho, ya decía Morrissey 1- Pet Shop Boys 0), y de pronto me ponen The Sodom and Gomorrah Show y me caí de culo. Me emocioné tanto que enseguida le mandé un sms a Nacho, de madrugada y a Biarritz, para decírselo, porque él también está decepcionado con el primer single. A la mañana siguiente me contestó: sé que tú me hablas, Lauren, pero yo no te entiendo. En francés, eso sí.

Con semejante sesión, ni a dormir ni ná, Gerard y yo ya no podíamos ir a casa, así que dejamos a David y Ana, y enfilamos para el Moog. Como era imposible encontrar un taxi, porque a los taxista barceloneses no les gusta trabajar de noche, acabamos caminando al Salvation, que estaba petao pero nos lo pasamos fenomenal. De allí continuamos a un bar ilegal, porque cierra
A siete horas más tarde de lo que dice su licencia, que está muy frecuentado por todo el moderneo de Barcelona.
Yo estaba muy agradablemente sentado sobre el tapete de una mesa de billar, cuando me giro y toda mi calma saltó por los aires. Tirando de un tópico socorrido para entendernos rápido -porque es muy tarde y la entrada demasiado larga- tenía delante a mi Mr. Big. Todos tenemos uno en la vida ( o varios) El mío no tiene ya casi ninguna de las ventajas de Mr. Big, aunque la mayoría de los inconvenientes. Con sus alteraciones, aparece y desaparece de pronto, así que es casi un cruce entre Mr. Big y el cometa Halley. Nos pasamos el resto de la noche con sus amigos en la parte trasera de la cabina del dj ( que ya me vale , siempre acabo en los mismos sitios), y luego en un bar todavía más ilegal que ese, donde por las horas ya casi pegaba más que te sirvieran un aperitivo con olivas, en vez de un copazo, intentando descifrar el propósito de esa persona en mi vida. Constatamos, eso sí, que ninguno de los dos parece saberlo, pero que estamos más delgados. Eso era tan notorio que se podía apreciar por encima de la ropa.

Salí del bar echando de menos las gafas de sol nuevas.
El rato de domingo que quedaba lo pasé durmiendo, comiendo con mis padres y David, y vuelta a dormir. Tenía al sensación de haber empezado el viernes en el Cool, y acabado sin saber muy bien por qué, al pie de las Ramblas el domingo por la mañana.