Seis grados de separación
El domingo me levanté temprano, y estuve trabajando un rato. Cerramos producción el día 25 de cada mes, pero como me voy el 23 a Barcelona, debo tenerlo todo atado y bien atado para entonces, porque cuando vuelva, el lunes 27, ya deben estar las escenas aprobadas por el director, para facturarlas, cobrarlas, y darle todo ese dinero al notario.
A media mañana, llegó Vittorio, mi amigo proselitista de Linux, que me invitó a que usara ese sistema operativo contra el todopoderoso, corporativista y maquiavélico Windows, y a cambio me ofrecía servicio técnico. La jugada es buena, porque no tengo ni un sólo virus, pero a veces te sientes como un salmón nadando corriente arriba, porque no tienes nada de lo que tienen tus amiguitos. Bueno, ahora por fin tengo un soulseek para Linux, y un messenger y más chuminadas. Ah, y me ha arreglado el fallo, y vuelvo a poder actualizar este diario desde mi ordenador.
Por la tarde, cuando se marchó, me puse a dibujar de nuevo. Hasta que me cansé, y me puse a ver el dvd de Seis Grados de Separación, que hacía mucho que no veía. Esta película, basada en una obra de teatro de John Guare, siempre ha estado presente en puntos de inflexión en mi vida, y a demás, coñe, que me gusta mucho.
Me encanta el kandinski pintado por los dos lados: CAOS, CONTROL,...; me encanta el momento en que Ouisa le explica a su hija el concepto de los seis grados ( lo puedes leer en la cabecera de este diario); me encanta cuando visitan la restauración de la Capilla Sixtina, y ella, en el andamio, golpea la mano de Dios ( “dele, es sólo un fresco”); me pone los pelos de punta la comida final, con todas las pijas, y ella se va, waltzeando quinta avenida abajo, después de preguntarle a su marido “de cuánta parte de tu vida puedes asumir responsabilidad?”
Y me emociona la escena en que Paul invita a su amigo a un restaurante, los dos de frac, y le pide que bajen los dos a la pista de baile, cuando suena el tango. El amigo, desconcertado, le dice que dos hombres no hacen eso. Él le toma de la mano, y le contesta:
“Cada momento en la vida es una experiencia de aprendizaje, si no, ¿ de qué sirve?”
¿Bailas conmigo?
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